Mujer sonriente con cabello corto al frente de una playa con mar azul y edificios al fondo
CORAZÓN

Así es el pueblo que vio crecer a Carme Ruscalleda: a menos de una hora de Barcelona

La gran cocinera pasó su infancia en este encantador rincón del Mediterráneo que marcó su carrera para siempre

Carme Ruscalleda (1952) es una de las grandes figuras de la gastronomía internacional. La chef catalana ha conseguido lo que muy pocos: sumar siete estrellas Michelin a lo largo de su trayectoria. Su nombre está asociado a la excelencia, pero también a una forma de entender la cocina ligada al producto y a la memoria.

Formada inicialmente como comerciante, pronto descubrió que su verdadera vocación estaba en los fogones. Desde entonces, su carrera ha sido un camino de innovación y autenticidad, con un estilo que mezcla tradición y vanguardia. La crítica internacional la ha reconocido como una de las voces más influyentes de la cocina europea contemporánea.

Una mujer vestida de blanco y rosa habla frente a un micrófono mientras varias personas la observan en un evento al aire libre

Detrás de este éxito hay también una historia íntima. Porque el origen de su universo culinario no se entiende sin el lugar donde nació y creció, un rincón del litoral catalán.

Sant Pol de Mar, el pueblo que la vio nacer

Carme Ruscalleda nació en Sant Pol de Mar, una localidad costera del Maresme que hoy cuenta con poco más de 5.800 habitantes. Situado entre Calella y Canet, el pueblo combina tradición marinera, encanto mediterráneo y un aire tranquilo que lo distingue de otros núcleos turísticos.

En sus orígenes, Sant Pol fue un humilde pueblo de pescadores. Durante el siglo XIX, la llegada del ferrocarril al Maresme lo transformó, atrayendo a la burguesía que buscaba un lugar de veraneo. Desde entonces, el municipio ha sabido conservar su carácter, manteniendo una personalidad propia.

Vista antigua en blanco y negro de un pueblo costero con vías de tren junto al mar y casas alineadas cerca de la playa

Sus calles estrechas, con casas blancas y balcones llenos de flores, forman parte de su atractivo. Pasear por el casco antiguo significa descubrir rincones pintorescos y una vida local tranquila, muy ligada al mar. A diferencia de otros destinos, aquí todavía se percibe el ritmo pausado de un pueblo pequeño.

El gran tesoro de Sant Pol son sus playas. La playa de Les Barques, junto al centro del pueblo, recuerda la tradición pesquera y mantiene la estampa de barcas varadas en la arena.

Playa con personas tomando el sol y nadando, edificios y casas al fondo bajo un cielo despejado

Otras calas más pequeñas, rodeadas de rocas y vegetación, ofrecen un entorno natural perfecto para el baño y el descanso. El contraste entre la transparencia del agua y la arquitectura blanca convierte la costa en una postal mediterránea.

Pero Sant Pol no es solo sol y playa. El municipio cuenta con ermitas como la de Sant Pau, ubicada en lo alto de un promontorio con vistas espectaculares.

Castillo de piedra rodeado de árboles verdes bajo un cielo claro

También destaca su gastronomía local, que combina los productos del mar con los de la huerta. Ferias, fiestas mayores y tradiciones populares completan el calendario cultural de este enclave del Maresme.

El vínculo de Carme Ruscalleda con Sant Pol de Mar

El nombre de Carme Ruscalleda está íntimamente ligado a Sant Pol de Mar. Allí abrió en 1988 su primer gran proyecto: el restaurante Sant Pau, instalado en una antigua casa del centro. Durante tres décadas, este espacio fue un templo gastronómico que alcanzó las tres estrellas Michelin y atrajo comensales de todo el mundo.

Hombre con chaqueta blanca de chef sonríe de pie junto a una lancha en la playa con el mar de fondo

En 2018 el Sant Pau cerró sus puertas tras tres décadas de historia. Sin embargo, en 2022 el espacio reabrió como Cuina Sant Pau, ahora bajo la dirección de su hijo Raül Balam. Defiende una propuesta más cercana y familiar pero fiel al espíritu de la casa.

La relación entre la chef y su pueblo natal demuestra cómo un rincón pequeño del litoral catalán puede proyectarse a escala internacional. A través de su cocina, Ruscalleda llevó Sant Pol a las mesas más exigentes, recordando que la grandeza también puede nacer en un entorno humilde.

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