Primer plano de Pedro Sánchez en su escaño del Congreso bebiendo un vaso de agua
POLÍTICA

Siempre el mismo problema: la renta per cápita no crece

La gran duda está en cuál es el futuro a largo plazo de esta situación: sin vivienda, sin ahorros y con salarios bajos

Se ha explicado en múltiples ocasiones: los buenos datos macroeconómicos no tienen por qué traducirse en buenos datos micro. Al final, la macroeconomía es contabilidad pública y se presta al maquillaje estadístico. El ejemplo más claro son las pensiones. A base de traspasos y trucos estadísticos, la Seguridad Social se nos presenta como un sistema financiero impecable.

En cualquier caso, basta pisar la calle y mirarse el bolsillo para percibir la realidad económica. Además, existe un indicador que la contabilidad macro no puede maquillar indefinidamente: la renta per cápita. Es decir, el poder adquisitivo real, el que permite traducir el trabajo en bienes de consumo y en ahorro.

Todo es la productividad

Como explicaba recientemente el periodista económico Carlos Segovia, la agencia de calificación Moody’s ha destacado el problema de la renta per cápita española. Si se hace un análisis de la serie histórica, Moody’s observa que España está con respecto al resto de Europa como estaba en 1999. Volvemos a lo mismo: el crecimiento absoluto del PIB no se traduce necesariamente en crecimiento del PIB per cápita.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 21 de febrero de 2024, en Madrid

En el caso de España, la famosa “convergencia” con Europa se ha revelado como completamente circunstancial. Esto significa que, cuando España crece, crece mucho, pero, cuando cae, también cae mucho. Durante la época Aznar-Zapatero (desarrollo y colapso de la burbuja), España convergió con Europa e incluso la superó. Después de la crisis, sin embargo, nos hemos quedado en niveles propios de Chipre o de la República Checa.

Todo se explica por el modelo económico, que no se destaca precisamente por la alta productividad. “España ha dejado de converger con Europa de un modo sostenido desde la crisis financiera de 2007 y los principales motivos son la baja productividad y la baja tasa de empleo”, explicaba el exgobernador del BdE, Hernández de Cos. Y a todo esto hay que sumarle un crecimiento demográfico que diluye todavía más la renta per cápita.

Por su parte, Moody’s advierte de lo mismo a los inversores internacionales. “Las perspectivas de crecimiento a largo plazo de España son inciertas debido a problemas estructurales. Por ejemplo, no existe la infraestructura de vivienda necesaria para sostener los flujos migratorios. Por otra parte, los fondos europeos no han tenido un efecto de atracción para la inversión privada”, explica la agencia de calificación.

Imagen genérica de una Oficina de Trabajo del SOC en Cataluña

El tándem demográfico y migratorio

En esencia, el problema se reduce a un modelo económico que, para avanzar, se tiene que devorar a sí mismo. Al tener muy baja productividad y depender de la creación de empleo, España necesita grandes flujos migratorios. Esto conduce a una dilución de la renta per cápita, a una bajada de los salarios en sectores poco productivos (casi todos) y en el encarecimiento de la vivienda, que es el vehículo de capitalización por excelencia de los españoles. En consecuencia, la renta per cápita se estanca o disminuye.

Un grupo de personas camina por una calle concurrida, con un hombre mirando hacia atrás.

Y, aunque Mood’y no lo destaque (pero sí el envejecimiento de la población), este modelo económico también se manifiesta en las franjas poblacionales. Los que han llegado tarde (jóvenes) y de fuera (inmigrantes) son los más perjudicados por la falta de capitalización, mientras que los boomers - de facto los pensionistas - disfrutan de la capitalización previa y del Estado del Bienestar. Esto llega hasta el sinsentido de que los beneficiarios de las rentas públicas (pensionistas) cobren más que aquellos que las financian (los trabajadores que ahora se incorporan al mercado laboral).

Sobre planos, la única salida a esta situación pasaría por i) un aumento muy profundo de la productividad para no depender de los flujos migratorios, y ii) una reorganización presupuestaria del Estado. Como es evidente, que se den estos dos factores en un contexto partitocrático como el actual es perfectamente inverosímil. La gran duda está en cuál es el futuro a largo plazo de esta situación: sin vivienda, sin ahorros y con salarios bajos.

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