Tres personas posando juntas en un auditorio con asientos rojos.
POLÍTICA

La carambola procesista: sin presupuestos en España, Cataluña y Barcelona para 2025

Las hipotecas de ERC y Junts impiden a PSOE y PSC encontrar la estabilidad institucional

Tras muchas diferencias PSOE y Junts se han puesto de acuerdo en una cosa, y es que no habrá Presupuestos Generales del Estado (PGE) este 2025. Pedro Sánchez sigue el mismo camino que sus homólogos en Cataluña y Barcelona. Las tres instituciones más importantes para los catalanes tendrán que prorrogar sus cuentas mientras el mundo se tambalea.

Dos hombres de traje se dan la mano frente a un edificio con una bandera catalana a la izquierda.

No se trata de nada baladí. Prorrogar las cuentas obliga a los gobiernos a tener que hipotecar las inversiones previstas para este año. Lo cual sitúa a España, Cataluña y Barcelona en una posición de extrema debilidad en un momento de grandes desafíos.

Si en Madrid ha sido Junts quien ha tropedeado los presupuestos, en Cataluña el fracaso lleva la firma de ERC. En ambos casos la responsabilidad recae también sobre el PSOE y el PSC, y su empeño por atarse al procesismo. Lo mismo en Barcelona, donde Jaume Collboni ha sido incapaz de encontrar la estabilidad en un año y medio.

Jaume Collboni, la primera víctima

El procesismo no son una siglas concretas, sino una manera de funcionar que ha llevado a Cataluña a la parálisis institucional en los últimos diez años. El post-procés, liderado por el PSOE en Madrid y el PSC en Cataluña, es más de lo mismo. Los socialistas han hipotecado su gobierno a los caprichos de los partidos procesistas en decadencia.

Jaume Collboni fue el primero que se plantó ante las exigencias de los Comuns, que querían seguir gobernando en Barcelona desde la oposición.

Utilizaron la negociación de los presupuestos para poner líneas rojas a Collboni, ante el miedo de que este desmantelara la Barcelona de Ada Colau. Pese a tener el sí de ERC, la intransigencia de los Comuns obligó al alcalde a prorrogar las cuentas de 2025.

Hombre de cabello canoso y barba hablando en una conferencia de prensa con un fondo que tiene el logo del Ayuntamiento de Barcelona.

Es lo mismo que ocurrió hace un año cuando la intransigencia de los Comuns dejó a Pere Aragonès sin presupuestos obligándole a convocar elecciones.

Esta forma de hacer política se está instalando como una normalidad en Cataluña. Sin mayorías suficientes, los gobiernos quedan en manos de minorías que imponen el chantaje como negociación.

Salvador Illa, maniatado

La llegada de Salvador Illa a la Generalitat desató la euforia en las filas socialistas, pero no han tardado en darse un baño de realidad. La negociación de los presupuestos coincidió con la reelección de Oriol Junqueras como presidente de ERC. En su necesidad de marcar paquete frente a Junts, los republicanos dijeron que sin financiación singular no habría presupuestos.

Dos hombres conversando en un entorno formal con personas al fondo.

Salvador Illa prefirió renunciar a los presupuestos antes que buscar otros aliados. Ahora sigue negociando con ERC y Comuns un suplemento de crédito para poder tener al menos un poco de margen con las cuentas.

Lo cual no esconde su fracaso, ya que no podrá hacer muchas de las inversiones previstas para relanzar Cataluña este 2025.

Aunque lo peor no es eso, sino la sensación de que el Govern está maniatado por sus socios, que suman 26 diputados de 135. En Cataluña los Comuns parecen unos socios más fiables en Barcelona, justo lo contrario de lo que pasa con ERC. Si en Barcelona se han mostrado como un aliado sólido, en Cataluña son constantes sus vaivenes.

Pedro Sánchez, el colofón

El Gobierno de España seguirá el mismo camino que la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona.

La relación con sus socios está tan debilitada que Pedro Sánchez ha renunciado siquiera a presentar las cuentas. En el trasfondo está la desestabilización constante de Junts, insaciable pese a las muchas concesiones recibidas hasta ahora.

Pedro Sánchez creía que podría gobernar con relativa estabilidad con el apoyo de ERC y Junts, pero se ha demostrado que era una ingenuidad. Los partidos procesistas llevan una década paralizando las instituciones en Cataluña, y el Congreso de los Diputados no iba a ser menos. Dar la llave de la gobernabilidad a Junts era algo que solo podía salir mal.

Los socialistas más optimistas creen que cuando se arregle lo de la amnistía todo mejorará. Pero en el mejor de los casos, será solo la antesala de más exigencias y más bloqueos por parte de los partidos procesistas.

La contradicción es que sin presupuestos en España, en Cataluña y en Madrid, el PSOE y el PSC serán aún más esclavos del procesismo.

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