Reavivando prejuicios: Una propuesta de paz mallorquina
A la atención del marqués de Villarreal, Fernando Toll-Mesía
En referencia a su artículo del 3 de enero de 2025 publicado en Diario de Mallorca, considero necesario señalar que su texto, lejos de ser una reflexión geopolítica seria, abunda en generalizaciones y afirmaciones que bordean, cuando no cruzan, los límites del antisemitismo.
Desde la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023, nos hemos acostumbrado a una avalancha de informaciones sesgadas u opiniones que, bajo la apariencia de críticas legítimas a Israel, incurren en la estigmatización del pueblo judío. Es importante precisar: cuestionar las políticas o las acciones militares de Israel es parte del debate político legítimo. Sin embargo, culpar a "los judíos" o a "los chuetas", como colectivo, es una manifestación inaceptable de antisemitismo.
Durante demasiado tiempo, se han tolerado insultos y difamaciones personales en el discurso público. El límite se cruza cuando, como en su artículo, se afirma: "No puede ser calificado de otra forma. Y lo hago extensible a todos los judíos, chuetas y resto de cómplices que apoyan el salvaje genocidio que los criminales que gobiernan Israel están cometiendo con la mayor de las impunidades". Esta declaración no solo es profundamente ofensiva, también fomenta el discurso de odio. No se trata únicamente de criticar al gobierno de Israel, sino de señalar a colectivos enteros, algo que está muy lejos de los valores que el autor dice defender.
Es un comienzo llamativo, ciertamente memorable, sin duda. Desde su privilegiado trono —quizá tras un vistazo rápido a los titulares en su móvil, probablemente equipado con tecnología israelí— reparte juicios al gobierno de Israel, a los judíos y, por si no bastara, a los chuetas. Me pregunto si este fervor acusatorio se extiende también al resto de responsables imaginarios que usted elija, o si se limita a estos colectivos por alguna razón especial.
Para los lectores de fuera de Mallorca, puede resultar complicado captar la trascendencia del término "chueta". De hecho, muy probablemente ni se conoce que en Mallorca mantenemos un tipo de antisemitismo propio, que señala desde hace más de tres siglos como descendientes de judíos conversos a los portadores de quince apellidos. Esto de hacer listas no es nada nuevo, ni lo inventaron los nazis.
Para ilustrar la gravedad de su afirmación, puedo aportar algo de contexto. Tras años de investigación, de indagar en documentos históricos y particularmente en la hemeroteca, puedo afirmar que, en los últimos cuarenta años, nadie había escrito en un medio de comunicación el término "chueta" en un sentido tan abiertamente acusatorio y difamador. Es más, me atrevería a decir que hace cerca de un siglo que no es políticamente correcto recurrir al antichuetismo en Mallorca. Fuera del ámbito privado, el término apenas se utiliza, salvo en investigaciones académicas o en bromas de dudoso gusto.
Le insto, marqués, y también a quienes le brindan espacio para este tipo de textos, a reflexionar sobre el impacto y las posibles consecuencias. Tal vez, revivir viejos prejuicios sea su innovadora propuesta para abordar el interminable conflicto de Oriente Medio. Si es así, estamos ante un giro revolucionario en las relaciones internacionales.
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