Una persona, que es Ursula von der Leyen, hablando frente a un fondo azul con estrellas desenfocadas y un borde decorativo en tonos rosados y oscuros.
OPINIÓN

¿Y quién teme a Europa?

La decadencia de Europa en el escenario internacional: aliados y enemigos desafían su poder mientras sus propios ciudadanos temen su historia

Decía el Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en el contexto de la aparente reapertura de diálogos de paz tras la elección de Trump, que “Putin no teme a Europa”; como si esto fuera alguna novedad: Tampoco debía tenernos mucho miedo ya en 2006, cuando hizo asesinar con polonio en pleno Londres al disidente y exagente de la KGB Aleksandr Litvinenko.

Es por otro lado comprensible no se sienta muy intimidado por un continente que, cuando impone sanciones económicas, logra, como titulaba La Vanguardia, que la economía de su oponente crezca “el triple que los países que la sancionan”.

Un hombre sostiene un iPad que muestra un informe titulado

Y es que, ¿quién teme ya a Europa?

No nos temía, desde luego, la organización yihadista ISIS, ya claramente desaparecida pese a que uno de sus antiguos altos cargos hoy presida Siria y le dé la mano a los ministros europeos (no tanto a las ministras), cuando allá en 2017 proclamaba orgullosamente en su primer vídeo en español “Con el permiso de Alá, Al Andalus volverá a ser lo que fue, tierra de califato”, y cuyos comandos siempre eligieron de forma preferente destinos europeos en sus viajes por motivos profesionales.

Pero no es que no nos teman nuestros enemigos: Tampoco nos temen (ni respetan) nuestros supuestos aliados.

Tal parece ser el caso, por ejemplo, de Turquía, país miembro de la OTAN y eterno candidato a la membresía de la UE, cuyo presidente Erdogan copa titulares por su “chantaje” a la Unión con los flujos migratorios desde Siria (a los que, por otro lado, él mismo contribuye) o sus llamamientos a los turcos residentes en el Viejo Continente a tener “cinco hijos” para así ser “el futuro de Europa”.

Seguramente toma ejemplo de Marruecos: A fin de cuentas, si ellos pueden reivindicar soberanía sobre territorios de un estado firmante del Tratado Atlántico y seguir recibiendo armamento norteamericano cada año por valores billonarios, ¿por qué el pueblo de Ataturk iba a ser menos?

De hecho, y ya que hemos mencionado a la economía líder del ‘mundo libre’, tampoco los americanos nos respetan demasiado (y no solamente porque no sepan situarnos en el mapa y conceptualicen, por ejemplo, a los españoles como mexicanos):

Cuando el Presidente de la nación que encabeza tu bloque de seguridad habla abiertamente de usar, si es necesario, la fuerza militar para hacerse con un trozo de tu continente, aunque sea un pedazo de hielo casi inhabitable como Groenlandia, quizás va a ser verdad que ya no le das miedo a nadie.

Los únicos a los que da miedo Europa, creo yo, es a los propios europeos que, traumatizados por el horror de dos guerras mundiales y los excesos barbáricos del colonialismo, miramos al espejo y no conseguimos sino estremecernos: 

Nos da miedo la inadecuación a la moral contemporánea de los grandes clásicos, y por eso ‘descolonizamos los currículums’ universitarios. Nos da miedo la sombra, pues la hay, que proyectaron las gestas de nuestros líderes pretéritos, y por eso los más antifascistas de nosotros se apresuran a vandalizar las estatuas de los hombres, como Churchill, que derrotaron al fascismo. Nos da miedo ser como nuestros ancestros colonialistas y racistas, y por ello debatimos ambiciosos planes de compensación económica para los descendientes de los ex-esclavos negros del Caribe (del hecho de que el comercio musulmán de esclavos africanos y europeos se extendiera hasta el mismísimo s. XX, o que algunas de esas islas tengan mayor PIB per cápita que nuestros países, mejor no hablamos mucho).

Pero, sobre todo, nos da miedo la violencia: 

Después de las experiencias del siglo XX (dos guerras mundiales, totalitarismos, dictaduras, innumerables conflictos y guerras civiles), es ver un uniforme militar y nos echamos a temblar.

Un agente de la Guardia Civil, de espaldas, en la calle patrullando

Tanto, que últimamente estamos experimentando con vestir a nuestros cuerpos de policía militarizada como a repartidores de pizza (con gorrita y todo) o, directamente, como en el Ayuntamiento de ciudades como Rubí, irlos lentamente reemplazando por unas cordiales y democráticas agentes cívicas (el femenino es de la propia web del mismo Ayuntamiento), a fin de hacer menos violenta la experiencia de que se nos afee el incumplimiento de las leyes que nos hemos dado entre todos.

Quizás también por eso los países europeos suponen, en su conjunto, menos de la mitad de las aportaciones al presupuesto de una alianza defensiva de la que 29 de los 32 estados miembros (todos salvo Canadá, EE. UU. y Turquía) son de nuestro continente. 

Y ya se sabe: Quien paga, manda.

Podemos irle diciendo goodbye a Groenlandia. 

Y, como encuentren petróleo, hasta a Cadaqués si te descuidas. Tiempo al tiempo.

➡️ Opinión

Más noticias: