
Otro caso aislado
El aumento de los atentados yihadistas en Europa resalta la necesidad de un enfoque renovado en la lucha contra el terrorismo
X días desde el último atentado yihadista en suelo de la UE.
No, querido lector/a, no es un error de escritura: Francamente, sería un contrasentido dar una cifra que puede cambiar en el breve, pero inevitable lapso desde que escribo las presentes líneas hasta que las leas.
Puede que parezca exagerado; pero repasemos brevemente el año:
- 25 de enero: Apt, Francia. Un joven de 32 años irrumpe en un supermercado, armado de un cuchillo, y apuñala repetidas veces en la garganta a un cliente mientras grita “Allah Akbar”. Es reducido por el guardia de seguridad, no sin antes propinarle varias puñaladas. Había sido condenado en el pasado por elaboración de explosivos, y la policía francesa estaba sobreaviso de su simpatía por el ‘Daesh’ (Estado Islámico).
- 5 de febrero: Bruselas. Dos hombres con pasamontañas abren fuego de fusilería con AK-47s sobre los ocupantes del metro. Por obra de la Providencia, o de su propia torpeza, no alcanzan a ninguno. Al día siguiente, vuelven a probar y dejan un herido.
- 12 de febrero: Grenoble. Un hombre lanza una granada en un bar y desaparece de la escena. Deja 12 heridos por fragmentación del proyectil.
- 13 de febrero: Múnich. Un solicitante de asilo afgano arremete con un vehículo contra una columna de manifestantes. Mata a uno y manda a más de 20 al hospital.
- 15 de febrero: Un joven de origen sirio asalta a varios transeúntes por las calles de Villach, Austria. Deja 4 heridos y mata a un niño de 14 años antes de ser detenido.
- 22 de febrero: Un nacional argelino se abalanza sobre policía municipal y transeúntes en Mulhouse, dando loas de “Alá es grande”. Un anciano portugués de casi 70 años fallece, y los policías resultan heridos. El único sospechoso, detenido in situ, estaba en la lista ‘FSPRT’ de las fuerzas y cuerpos de seguridad francesas como sospechoso de potenciales actividades terroristas.
- 22 de febrero: Berlín. Un solicitante de asilo de origen sirio apuñala a un turista español frente al Memorial del Holocausto. No consta a quién suscribe pronunciamiento público de las autoridades españolas.

Más allá del ámbito europeo: Solamente en enero, el Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo cifraba en 28 los ataques yihadistas de cierta entidad ocurridos en todo el globo, desde Nueva Orleans al Yemen, y de Pakistán a Mozambique.
Todos, sin duda, casos aislados.
Aislados y únicos, claro, pero que no deberían pillarnos de imprevisto:
Son viejas nuevas (al menos datan del 2016) que al menos una de cada tres mezquitas en Cataluña (alrededor de las 80) se halla vinculadas a la ideología salafista (la misma visión ultra-ortodoxa del Islam que impera en Arabia Saudí y que ha convertido Siria o Libia en paisajes postapocalípticos, la misma que llama sin ambages a la guerra santa hacia el infiel en todo lugar y circunstancia), y lo contaban medios tan poco sospechosos de antisistemas peligrosos como ElPaís.
Hasta donde llega el conocimiento del abajo firmante, solamente partidos calificados de ‘extrema derecha’ como VOX, o más recientemente Aliança Catalana han planteado en las cámaras legislativas de las que forman parte el abordaje del problema, sin éxito (y luego volveremos sobre esto). Suponemos que, si como afirmaba la líder de Aliança Sílvia Orriols, desde los minaretes que horadan el cielo de Ripoll se llegaron a pronunciar “llamamientos a matar a los infieles europeos” sería, sin duda, un hooligan o un espontáneo. En definitiva, un caso aislado: En todas las casas cuecen habas.

Como casos aislados deben ser también (y de ahí que, al contrario que con la Manada de Pamplona, que representaba el machismo sistémico presente en nuestra sociedad, nada hayan dicho las Monteros y Belarras de turno a día de hoy) las más de 617 agresiones sexuales en grupo ocurridas en 2023 (casi el doble respecto al 2017, tan solo un año después de los famosos episodios de Pamplona) y de las que 495 (un 80,22%), según la investigadora María Angeles Casabó-Ortí, fueron cometidas por una población masculina extranjera que solamente representa el 17,31% sobre el total de hombres en España (en la criminalidad general, los extranjeros/as representarían ‘solo’ un 28% de los delitos, algo más del doble que su peso en la población general: 13,4% contando a hombres y mujeres).
En un ensayo demoledor para la Revista Española de Investigación Criminológica, la profesora de la Universitat de València afirmaba sin ambages, al contrastar que hasta el 53% de estas agresiones (según sus datos, sobre todo las cometidas por no nacionales) no resultan publicadas en medios de comunicación ni reciben atención pública alguna, que esto se debería al fenómeno que la politóloga Noelle-Neumann llamara “espiral del silencio”, y que la mayoría de nosotros conocemos simplemente como “corrección política”, y que llevaría a que “algunas personas” puedan “no expresar su opinión sobre temas raciales, incluso si creen que tienen derecho a hacerlo, por temor a ser etiquetados como racistas o xenófobos”. Sin duda términos durísimos propios de una encendida militante del franquismo sociológico, casi confundibles con las líneas del Mein Kampf.
Debe ser que yo también, como la reputada criminóloga, soy un peligroso militante de la ultraderecha, pero me resulta sorprendente que en una sociedad que llena las calles en señal de rechazo y protesta por un beso no consentido (esta es la verdad judicial a día de hoy) entre dos compañeros de trabajo, y siempre presta a buscar las más sutiles incitaciones al machismo en cada rincón de nuestra cultura y nuestra psique, resulte no obstante indiferente a datos tan evidentes que resulta casi imposible entrar a exponerlos sin que parezca que se trata al lector de débil mental:
Si en 2017, según el Ministerio de Igualdad, hubo 384 condenas por agresión sexual con más de dos autores, y en 2023 hubo 617 (+233); y si podemos cifrar en 415 las cometidas por extranjeros en el mismo año, algo resulta evidente: Solamente las condenas a extranjeros a día de hoy son, por sí solas, superiores a todo el aumento desde 2017, e incluso al total de violaciones ‘en manada’ de ese año (2017).

Hechos aislados, sin duda. El mismo tipo de hechos aislados que llevaron a Suecia de ser el 18º país en el ranking europeo de violencia con armas de fuego al 2º en unas décadas, coincidiendo con su generosa política de asilos a refugiados del conflicto sirio, y que denunciara Julian Assange (que en sus ratos libres cantaba el Cara al Sol mientras vivía encerrado en una embajada por filtrar las vergüenzas de los políticos de medio mundo, de todo bando e ideología).
Seamos valientes: El rey está desnudo y ya es tiempo de decirlo. Hace ya bastantes, años, cuando Errejón era recién doctorado y su aspecto aniñado combinaba con su edad biológica, tipos tan sospechosos de fascistas redomados como él mismo o el argentino Ernesto Laclau hablaban de que cuando la distancia entre los intereses de las élites y los del común de los mortales se vuelven antagónicos es normal, comprensible, hasta deseable, que aparezca el populismo. Habrá quien no lo recuerde, o lo haya olvidado como un trauma o un mal sueño, pero precisamente por eso partidos como Podemos en 2014, o fenómenos como el Procés, pudieron resultar una experiencia ilusionante: Si sinceros (no lo eran, ni unos ni otros) suponían una ocasión de dar un golpe en la mesa, expulsar a los mercaderes del templo y restituir una política por el pueblo y para el pueblo.
Algunos años antes, el también claramente neonazi (no nos dejemos engañar por su conocida afiliación al Partido Demócrata de Biden o de Sanders) Thomas Frank nos decía que la contracultura de los supuestos contestatarios anticapitalistas de la izquierda se había vuelto absolutamente indistinguible del discurso oficial gubernamental o corporativo, sirviéndole de cobertura formal e ideológica.
Esto es cada vez más evidente: Mientras el Banco de España ‘recomienda’ al Gobierno traer (como si de una importación de insumos se tratase) a más de 24 millones de inmigrantes antes de 2050 para mantener el sistema económico a flote, la izquierda enarbola las banderas de “Ningún ser humano es ilegal” como el mejor departamento de prensa y relaciones públicas que el dinero haya podido pagar o una Big 4 recomendar.
Y hay una máxima, antaño considerada progresista y hasta socialista, que no cambia: “Si un obrero y un banquero votan lo mismo, uno de los dos está completamente equivocado. Y nunca es el banquero”.
Luego que por qué la gente se hace o vota ‘populista’.
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