Dos hombres en traje sobre un fondo rosa con diseño geométrico.
OPINIÓN

Nada nuevo bajo el sol

El año 2024 llega a su fin, sin embargo, a pesar de ello, nada parece que vaya a cambiar en el seno de la política española

El año 2024 llega a su fin, sin embargo, a pesar de ello, nada parece que vaya a cambiar en el seno de la política española. Todo hace indicar que el año próximo será igual o más decepcionante en términos políticos que el que termina. Los españoles hemos asistido a lo largo del año, atónitos —y hastiados—, a la avalancha de noticias que se han encargado de desprestigiar inexorablemente la profesión de político, si es que se la puede considerar como tal.

El clima de crispación permanente en que se encuentra inmerso el debate político como consecuencia ineludible de los actos de la clase política, valga la redundancia, resulta ya insoportable para quienes aún tenemos el arrojo de prestarles algo de atención.

Fotomontaje de Pedro Sánchez con su mujer, Begoña Gómez

A diferencia de lo que, a mi juicio, debería ocurrir, en España se dedica la mayor parte del tiempo a dirimir sobre cuestiones que nada tienen que ver con la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Lejos de eso, políticos y tertulianos varios debaten continuamente con el objetivo de dilucidar, por un lado, el desenlace del horizonte judicial que tiene por delante el entorno del presidente Sánchez, y por el otro, cuál será la próxima cesión, tiempo atrás inasumible, del presidente para tener contentos a los partidos integrantes de su pírrica mayoría parlamentaria.

Asuntos tan delicados como la imputación de la mujer del presidente del Gobierno o la del Fiscal General del Estado, inéditos hasta el momento en nuestro país, son los que copan las portadas de los medios, eclipsando problemas que afectan de manera directa y cotidiana a los ciudadanos: la escasez de vivienda, los altos niveles de paro, o el funcionamiento de la educación y la sanidad, entre otros. En este contexto, estos problemas quedan relegados a un segundo plano, en un escenario político dominado por el “y tú más”.

Como dijo el Rey Salomón, haciendo referencia al carácter cíclico de nuestra existencia, en España no avista “nada nuevo bajo el sol”. Sin ir más lejos, hace pocas semanas el Gobierno volvió a hacer uso del ya desgastado “Francomodín”, anunciando por medio del presidente Sánchez la celebración de alrededor de un centenar de actos para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del dictador Franco.

Ni que decir tiene que este anuncio está ideado para operar como una nueva cortina de humo que tape los temas que, en el futuro próximo, coparán las portadas de los medios de comunicación nacionales. Paradójicamente, el lema elegido por el Gobierno es “España en libertad”, esa cualidad inherente al ser humano que se encargan de cercenar cada vez que tienen la oportunidad.

Si bien hasta ahora las diversas distracciones utilizadas para ocultar los numerosos escándalos políticos en que se ha visto inmerso el Gobierno, les han funcionado de forma razonablemente eficaz, la gravedad y singularidad de los bochornosos acontecimientos que están teniendo lugar últimamente en España me lleva a confiar en que ello deje de ser así. Esta esperanza, sin embargo, es tenue atendiendo a la realidad sociológica del país. No solo por baja probabilidad de que la sociedad civil sea capaz de promover un cambio real, sino porque la oposición parlamentaria actual tampoco parece estar a la altura de las circunstancias.

El presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante el cierre de la campaña electoral del PP, a 16 de febrero de 2024, en Palexco, A Coruña

En este sentido, el partido que pretende ser alternativa de Gobierno —el Partido Popular—, presenta un discurso carente de alma y sin más ideología que la de confrontar en debates estériles al PSOE. Exceptuando a algunas voces lúcidas como Cayetana Álvarez de Toledo, este PP, lejos de generar ilusión en el electorado desencantado, perpetúa la sensación de orfandad que lleva años instalada en el mismo. Ante esta situación, uno se pregunta: ¿es este el panorama político que merece una sociedad que enfrenta retos históricos como el decrecimiento poblacional, la crisis migratoria o la adaptación a un mundo cada vez más tecnológico y globalizado?

La respuesta parece estar clara. No podemos seguir limitándonos a votar en contra de algo o alguien; necesitamos propuestas que trasciendan el simple rechazo. Propuestas que nos inspiren y nos devuelvan la fe en que la política puede ser una herramienta de transformación positiva y no un espectáculo de reproches vacíos.

Si me lo permiten, lanzaré al aire una serie de deseos —o exigencias, más bien— a modo de carta a los Reyes Magos. Es urgente que los partidos políticos dejen de priorizar las estrategias electorales y empiecen a trabajar en un proyecto de país. Ello no puede basarse en promesas vagas y retóricas, como ocurre en la actualidad, sino en soluciones concretas y viables que respondan a las necesidades reales de los ciudadanos.

Asimismo, es también responsabilidad de la ciudadanía exigir este cambio: demandar más altura de miras y menos teatralidad a través de las votaciones. En definitiva, debemos construir un debate público que deje de ser estéril y que deje de girar en torno al “y tú más”. 

Hasta que esto ocurra, seguiremos atrapados en un bucle de confrontación y estancamiento que no hará más que desgastar nuestra democracia y alejarnos de la posibilidad de construir una sociedad más libre, próspera y cohesionada. El tiempo de mirar hacia otro lado se ha terminado. Si no exigimos más, tampoco podemos esperarlo.

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