
Medio siglo de estabilidad
La Restauración trajo estabilidad a España tras un siglo convulso, pese a crisis políticas y tensiones sociales

El régimen de la Restauración sufre de la interpretación simplista de verse reducido a un periodo de falsa apariencia de democracia basada en el turnismo que se apoyó en resortes caciquiles para su supervivencia. Los importantes acontecimientos posteriores, como el advenimiento de la República, la Guerra Civil y la dictadura posterior, lo arrinconaron por un tiempo en la discriminación historiográfica. De hecho, el periodo comprendido entre 1936 y 1939 es el que más libros ha merecido de la historia de España.
Para poner en contexto el periodo, el sistema y sus características es necesario entender de dónde se venía. Existen eventos históricos que destrozan las dinámicas existentes y que suponen un cambio de era. El Descubrimiento de América, la Revolución Industrial, la Revolución francesa, la Primera Guerra Mundial, etc. Todos estos acontecimientos trajeron profundos cambios políticos y sociales que dieron la vuelta a lo establecido, a la costumbre y a la caída de sistemas que parecían fuertes y consolidados.
España traía a sus espaldas un atraso secular con respecto a sus homólogos occidentales. La fisionomía española se asemejaba más a la de los estados del Este europeo que a Francia, Gran Bretaña o los Países Bajos. La terquedad de Fernando VII por poner tablas en las más que movedizas tierras del absolutismo contribuyó a que las cosas no mejoraran.

Su muerte, dejando como única descendencia a una cría de 3 años, derivó en la primera de las Guerras Civiles dentro de la Península, un conflicto que hundió más al país y que encumbró a los militares liberales que se enfrentaron a sus otrora compañeros y que ahora defendían al pretendiente, hermano del difunto rey.
Las victorias de los generales liberales, como Espartero, encumbró a estos a tal fama y prestigio que pronto cayeron bajo la seductora idea de poder ocupar presidencias y hasta regencias ante la incapacidad de una reina regente que acabó poniendo pies en polvorosa.
Con la pobre cría, Isabel, hicieron lo que quisieron. No se le proporcionó la educación que demandaba su futuro, porque así sería mucho más fácil de manejar y de que dedicara su tiempo a otras tareas mucho más carnales.
Los pronunciamientos se sucedieron y se convirtieron en costumbre y no había Gobierno en el que una espada no fuera guía de la política y del país. Las disputas entre los políticos, y los militares también eran políticos, se fueron agudizando y se resolvían, frecuentemente, a base de una militarada que acababa con el anterior.
El deteriorado sistema se quebró, definitivamente, con la Revolución Gloriosa que fue dirigida por dos generales y un almirante en 1868. La reina tuvo que exiliarse y llegó lo que la historiografía bautizó como “Sexenio democrático”, que empezó con muy buen pie, pero que bien pudo bautizarse como “Sexenio caótico”. Prim, el principal valedor del nuevo proyecto, pronto fue víctima de las propias rivalidades internas de los revolucionarios y su compañero Serrano quedó como sospechoso de su asesinato.
Amadeo de Saboya llegó desde Italia para protagonizar un cambio dinástico, pero al bajarse del barco, la primera noticia que recibió fue la del asesinato de su principal valedor. Al menos se presentó a tiempo para presidir el sepelio del infortunado presidente del Consejo de ministros. El primero de los cuatro que serían asesinados en menos de medio siglo.
La llegada de Amadeo dio lugar a la Tercera Guerra Carlista que se inició en 1872. El joven monarca, consciente del fregado en el que se había metido aceptando poner la corona sobre su testa, lanzó un manifiesto a la nación y el 11 de febrero de 1873 se marchó por donde había venido.
Sin Amadeo llegó la Primera República que incrementó aún más el caos. Un grupo de teóricos idealistas, pero con poca visión de la realidad, fueron incapaces de conseguir que el nuevo régimen durara más de unos meses. Cuatro presidentes y ciudades levantadas declarándose como cantones independientes, hicieron que el Ejército se tuviera que emplear en tres frentes: La guerra Carlista, la Cantonal y la de Cuba, que aún no he mencionado, pero que llevaba ya cinco años dando quebraderos de cabeza a todo el que tuviera responsabilidades nacionales.
Otro pronunciamiento, el de Pavía, acabó con la efímera República Parlamentaria y se pasó a otra con dictadura incluida y personificada en el general Serrano, una especie de diente de ajo, que aparece en todos los platos.
Por fin, Martínez Campos en Sagunto, con otro pronunciamiento, trajo a un muchacho delgado, espigado y recién egresado de la Academia Militar de Sandhurst, era el hijo de Isabel II y se convertiría en el nuevo rey.
Cánovas del Castillo, principal responsable intelectual del nuevo Régimen que restauró la Monarquía, se planteaba varios retos que debía afrontar si quería que aquello durara más de un par de veranos.

Debía evitar más pronunciamientos, para ello, hizo que el rey fuera el primer soldado de España, que vistiera los variados uniformes del Ejército y los de la Marina, que se presentara en público luciendo el ros y mostrando que, además de un monarca, era el militar más importante y de quien dependía el Ejército.
Una constitución amparada en las anteriores, pero con matices conservadores, selló la estabilidad. El acuerdo con la parte más a la izquierda de los liberales, liderada por uno de los revolucionarios del 68, Práxedes Mateo Sagasta, selló el pacto, de modo que no hubo una oposición destructiva por parte del mundo liberal. Se firmó la paz con los carlistas, permitiendo que los militares de las fuerzas del pretendiente, se reincorporaran a las filas del Ejército regular, por lo que las condiciones prometían una paz duradera.
Tanto carlistas, tradicionalistas, legitimistas, republicanos unitarios, federalistas y otros grupos minoritarios participaron del sistema, formando parte del Parlamento y conformando sus minorías correspondientes.

La Guerra en Cuba se zanjó en Zanjón, permítanme la tontería, y fue, precisamente, Martínez Campos el protagonista de llegar a tal acuerdo.
Un sufragio censitario se abrió al universal a partir de 1890, por lo que, en teoría, la democracia estaba consolidada.
La realidad no era esa, pero Cánovas demostró que haciendo una faena de “aliño” se podía sostener el régimen, dar cierta estabilidad y evitar más pronunciamientos, destronamientos, levantamientos y todas las malas costumbres llevadas a cabo en España durante el segundo y tercer cuarto del siglo XIX.
Otro de los retos fue la instrucción pública de una población mayoritariamente analfabeta, que vivía en las zonas rurales y cuya ocupación principal era la agricultura. No se resolvió de un plumazo y se necesitaron varias décadas, pero las estadísticas mejoraron.
El movimiento obrero se hizo notar desde el principio del régimen. Evolucionó en dos formatos: el ácrata, que fue muy violento desde el principio, de hecho, intentaron matar al rey, a Martínez Campos, a varios ministros y, al final, acabaron con el propio ideólogo del sistema, con Antonio Cánovas del Castillo. El otro fue el socialista, también revolucionario, aunque seguidores del materialismo marxista y no de Bakunin, como sus opositores anarquistas. Los socialistas también convivieron con el sistema, fundamentalmente a partir de principios del siglo XX, cuando comenzaron a formar parte del Ayuntamiento de Madrid y a partir de 1910 del Congreso de los Diputados.
Los nacionalismos centrífugos en Galicia, País Vasco y Cataluña constituyó otro de los quebraderos de cabeza por los retos que planteaban. Sobre todo el tercero que consiguió que el centralismo inicial fuera, poco a poco, cediendo algo a sus pretensiones. Nacionalistas catalanes formaron parte de los gobiernos españoles, como ministros, desde las primeras crisis.
El sistema sobrevivió a la muerte del propio rey, a la regencia de una reina austriaca que llevaba al próximo monarca en su vientre y que durante 16 años representó con exquisita profesionalidad sus responsabilidades constitucionales. Con dejar hacer, mostrarse virtuosa y no dar que hablar sobre romances y amoríos, tenía mucho ganado.

Sobrevivió también al desastre del 98. Sin embargo, fueron las propias divisiones internas de los partidos dinásticos, ya que se pasó de dos partidos principales a cuatro, la guerra de Marruecos que puso al movimiento obrero en contra de mandar un solo soldado a África, a pesar de que, en ese asunto, los gobiernos españoles tenían las manos muy atadas internacionalmente, las cuestiones que fueron deteriorando al régimen hasta llegar al Desastre de Annual, que desencadenó en poco tiempo los acontecimientos posteriores.
En definitiva, el régimen trajo medio siglo de estabilidad, con todas las comillas que se quieran poner, pero estabilidad, al fin y al cabo. El Ejército no abandonó parte de su protagonismo, manteniendo una actividad vigilante sobre los diferentes gobiernos y participando de ellos a través de los ministerios técnicos. Las tensiones internas entre los oficiales del Ejército fueron directa o indirectamente una de las principales causas de la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Pero, esas es otra historia digna de ser contada.
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