El coronel John Van Vilet vestido con uniforme militar está superpuesto sobre un fondo de un cementerio con lápidas al atardecer, con un diseño gráfico en tonos rosados y negros.
OPINIÓN

La masacre de Katyn y la memoria histórica

Las fuerzas alemanas hallaron las fosas comunes y las utilizaron para desacreditar a la Unión Soviética ante la opinión pública internacional durante la Segunda Guerra Mundial

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

En los meses previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, Europa se encontraba al borde de una conflagración a gran escala que había tenido como macabro precedente la Guerra Civil Española. El 23 de agosto de 1939, Alemania y la Unión Soviética firmaron un acuerdo que cambiaría el destino de Europa oriental: el Pacto de No Agresión Germano-Soviético, conocido como el Pacto Ribbentrop-Mólotov. Aunque públicamente se trataba de un acuerdo para que las dos potencias no se atacaran mutuamente, en realidad contenía un protocolo secreto mediante el cual ambas potencias acordaban dividirse los territorios de Europa del Este, especialmente Polonia.

La verdad se reveló unas semanas más tarde. Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 desde el oeste, y el Ejército Rojo hizo lo propio desde el este el 17 de septiembre. La ocupación soviética de la zona oriental de Polonia tuvo consecuencias devastadoras para la población local, especialmente para las élites militares, intelectuales y políticas. 

Tras la invasión soviética, aproximadamente 250,000 soldados y oficiales polacos fueron hechos prisioneros. La gran mayoría de las clases de tropa y suboficiales fueron liberados, sin embargo, alrededor de 22,000 personas —incluyendo militares, policías, funcionarios, profesores, médicos y otros miembros de la élite— fueron encarcelados en campos especiales del NKVD (el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), el órgano de seguridad soviético precedente del KGB y que bajo la época de Stalin sembró el terror por toda Europa, incluido nuestro país, y si no que se lo pregunten a Andreu Nin.

Un documento oficial en ruso con membrete de la Unión Soviética, marcado como

La decisión de exterminar a estos prisioneros fue tomada en secreto por el Politburó soviético el 5 de marzo de 1940, bajo la firma de Lavrenti Beria y con la aprobación de Stalin. Se justificó bajo la lógica de que los prisioneros eran “enemigos irreconciliables del poder soviético”, y su existencia representaba una amenaza para el control sobre los territorios recién ocupados. En definitiva, se trataba de una eliminación de clase, aniquilando a los que no pertenecían al proletariado. 

Entre abril y mayo de 1940, miles de oficiales polacos fueron ejecutados en masa. La mayor parte de los asesinatos tuvieron lugar en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, donde más de 4,400 oficiales fueron eliminados mediante disparos en la nuca y enterrados en fosas comunes. Otras matanzas ocurrieron en Kalinin (actual Tver) y Járkov, donde también se registraron miles de víctimas.

Se empleó un procedimiento sistemático: los prisioneros eran trasladados desde los campos de internamiento de Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov a los sitios de ejecución, donde eran asesinados por agentes del NKVD. La naturaleza meticulosa y burocrática del crimen revela la intención clara de eliminar toda una capa dirigente de la nación polaca.

Documento oficial del NKVD de la URSS dirigido a Stalin, fechado en marzo de 1940, con texto en ruso y anotaciones manuscritas.

El descubrimiento alemán y la manipulación propagandística

El 13 de abril de 1943, las fuerzas alemanas, que habían invadido la Unión Soviética en 1941, anunciaron el hallazgo de fosas comunes en el bosque de Katyn. Berlín, en un momento de incertidumbre estratégica y tras el grave revés en Stalingrado, que llevó al Sexto Ejército de Von Paulus a la rendición, rápidamente aprovechó el descubrimiento como arma propagandística para desaceditar a los soviéticos ante la opinión pública internacional. La Comisión Internacional del Comité de la Cruz Roja, compuesta por expertos forenses de países neutrales y aliados del Eje, determinó que las muertes databan de la primavera de 1940, cuando la zona estaba bajo control soviético.

La Unión Soviética, sin embargo, negó rotundamente su responsabilidad y acusó a Alemania de haber cometido las ejecuciones en 1941. Durante décadas, la versión oficial soviética sostuvo esta narrativa, incluso durante los juicios de Núremberg, donde se intentó incluir Katyn como crimen de guerra nazi, aunque finalmente se evitó una resolución firme al respecto.

Estudios posteriores

El triunfo aliado en la guerra permitió la duda sobre la autoría real de la masacre. Los asesinatos perpetrados por el régimen nacionalsocialista contribuían a hacer válida la versión soviética. Una investigación llevada a cabo por encargo del Congreso estadounidense en 1952 produjo un contundente informe sobre el encubrimiento del que Estados Unidos también formó parte. 

La investigación fue liderada por el congresista Ray J. Madden y a él se unieron un grupo de expertos. Se concluyó que la responsabilidad recaía inequívocamente sobre la policía secreta soviética (NKVD), basándose en evidencias forenses, testimonios de testigos y documentación militar.

El informe expone cómo el gobierno de EE.UU., por razones de “necesidad militar” durante la Segunda Guerra Mundial, evitó confrontar a la URSS sobre el crimen, lo que derivó en la supresión o desaparición de documentos clave como el del coronel americano John Van Vliet a quien se le encargó investigar in situ las fosas encontradas por los alemanes en 1943. Altos funcionarios como Harriman y Welles testificaron que se priorizó la alianza con la URSS, incluso si esto implicaba ignorar crímenes evidentes.

Portada del informe final del Comité Selecto sobre la masacre del bosque de Katyn, autorizado por las resoluciones H. Res. 390 y H. Res. 539 del Congreso de los Estados Unidos, impreso por la Oficina de Imprenta del Gobierno de los Estados Unidos en 1952, con un sello de la biblioteca de la Universidad Estatal de Ohio fechado el 8 de junio de 1954.

Además, se reveló cómo agencias estadounidenses, como la Oficina de Información de Guerra (OWI) y la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), censuraron la información relacionada con Katyn en medios de comunicación polacos en EE.UU., por puro temor a que el esfuerzo bélico se viera comprometido.

El comité recomendó llevar el caso ante la Corte Internacional de Justicia y denunció que el encubrimiento del crimen debilitó la posición occidental en acuerdos como los de Yalta. Finalmente, se concluyó que Katyn fue parte de un plan soviético para eliminar a la élite intelectual polaca y consolidar el control comunista en Europa del Este.

Una vez más, se demostró como, en el sistema internacional, los intereses se anteponen a los escrúpulos. Estados Unidos ocultó lo ocurrido y contribuyó a esconder los crímenes cometidos.

La confirmación llegó desde el Kremlin al colapsar la URSS. Se reveló la verdad de forma oficial. En 1990, el gobierno soviético, bajo la presidencia de Mijaíl Gorbachov, admitió por primera vez la responsabilidad del NKVD en las ejecuciones. En 1992, el presidente Boris Yeltsin entregó a Polonia documentos secretos que demostraban la autoría soviética del crimen, incluyendo la orden firmada por Lavrenti Beria, comisario del pueblo para los asuntos internos de la Unión, o lo que es lo mismo, responsable del NKVD. Esta orden fue aprobada por otro documento con la firma de Iosef Stalin.

Numerosos estudios han analizado la masacre desde múltiples perspectivas: forense, histórica, política y ética. Se han recuperado testimonios, archivos desclasificados y restos humanos que confirman la sistematicidad del genocidio político o de clase, a pesar de que muchos de los asesinados era simples funcionarios o jóvenes oficiales del Ejército. Katyn se ha convertido en símbolo de la represión soviética en Polonia y el resto de los estados que quedaron bajo su yugo al finalizar la Segunda Guerra Mundial. 

John H.

La tragedia de Smolensk

El 10 de abril de 2010, un nuevo drama reavivó las heridas del pasado. Un avión que transportaba al entonces presidente de Polonia, Lech Kaczyński, junto con una delegación oficial, se estrelló cerca de Smolensk cuando viajaban para conmemorar el 70º aniversario de la masacre de Katyn. Los 96 pasajeros fallecieron. La tragedia abrió los telediarios de todo el mundo.

Aunque investigaciones oficiales apuntaron a errores técnicos y humanos como causa principal, surgieron enseguida teorías de conspiración en torno a una posible implicación rusa. La tragedia tuvo un profundo impacto emocional, ya que evocaba la memoria de una masacre que simbolizaba décadas de dolor y humillación nacional.

La masacre de Katyn es uno de esos episodios oscuros de la historia europea que demuestra que no hay que remontarse a la Edad Media para comprobar hasta dónde puede llegar la maldad humana en favor de una causa determinada. 

Durante décadas, el encubrimiento soviético impidió a las familias de las víctimas conocer la verdad y obtener justicia. A día de hoy, Katyn sigue siendo un potente símbolo para la identidad polaca.

En un mundo donde la manipulación del pasado sigue siendo una herramienta política poderosa, Katyn representa un recordatorio doloroso de los peligros del olvido y la desinformación.

Bibliografía

  1. The Katyn forest massacre, Final Report of the select committee to conduct an investigation and study of the facts, evidence, and circumstance of the katyn forest massacre. Washington, 1952.
  2. Sanford, G. (2005) Katyn and the Soviet Massacre of 1940: Truth, Justice and Memory. Routledge.  
  3. Paul, A. (1996) Katyn: Stalin's Massacre and the Triumph of Truth. Naval Institute Press.  
  4. Cienciala, A. M., Lebedeva, N. S., & Materski, W. (2007. Katyn: A Crime Without Punishment. Yale University Press.  
  5. Applebaum, A. (2012) Iron Curtain: The Crushing of Eastern Europe, 1944–1956. Doubleday.  
  6. Snyder, T. (2010). Bloodlands: Europe Between Hitler and Stalin. Basic Books.  
  7. Statiev, A. (2010). The Soviet Counterinsurgency in the Western Borderlands. Cambridge University Press.
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