Hiperactividad, ¿innata o adquirida?
El TDAH puede tener una predisposición genética, pero una educación que promueva el autocontrol puede evitar despertarlo
Gracias a la tomografía se conocen actividades singulares en el neurocórtex cerebral de los hiperactivos. En febrero de 2017, la revista The Lancet Psychiatry publicó uno de los trabajos más extensos al respecto. Se compararon las resonancias magnéticas cerebrales de 1.713 afectados por el TDAH con las de 1.529 individuos sin hiperactividad.
Los resultados detectaban diferencias significativas en cinco estructuras del cerebro interno, el más ligado a las emociones que a las razones. Ello indicaba que el TDAH era consecuencia de un retraso en la maduración cerebral de los individuos. Pero esta era, ¿innata o adquirida? Las diferencias cerebrales detectadas en tomografías y resonancias pudieran responder al entorno educativo y no a su diseño genético de base.
Nuestras redes neuronales, y su consecuente maduración, reaccionan más a lo aprendido y no a nuestros genes más primitivos y heredados. Además, sabemos que las dopaminas están implicadas en el TDAH y estas responden a estimulaciones externas como el miedo, el sexo y el deporte.
De hecho, el individuo con TDAH reduce su ansiedad con una las tres acciones anteriores: miedo, sexo o deporte. Por tanto, el entorno puede reeducar su disfunción y no cabe ver al hiperactivo como a un paciente determinado por su genética. Es decir, el TDAH puede tener una predisposición genética, pero una educación que promueva el autocontrol puede evitar despertarlo.
Si lo anterior es cierto, los padres no deberían tratar a un hijo hiperactivo como a un enfermo, y ni mucho menos exigir a los profesores que se esfuercen para que el afectado no trabaje tanto. Tal perspectiva hace que se trate a los hiperactivos como incapacitados, algo nada estimulante para un estudiante, algo que en nada aviva su dopamina y placer al aprender. Sin embargo, la política educativa nacional prefiere tratar a estos jóvenes, y a la mayoría, con rebajas en su exigencia, engrosando el fracaso escolar detectado por las pruebas PISA.
Hay muchos alumnos con TDAH que una vez se les rebaja la exigencia, su rendimiento cae en picado. Piense en lo siguiente, si al presunto hiperactivo se le dice y repite que padece una enfermedad, el chaval se cree incapacitado y acaba por desarrollar otra anomalía, un QTTT, que trabaje tu tía.
Quizás ese nuevo trastorno, el QTTT, sea el origen del infinitivo que sufren, qatear. En fin, que sin quererlo hemos hecho fracasar al alumno bajo su nuevo QTTT, algo que le ha convertido en un cateto sin que él fuera culpable de su inapetencia estudiantil.
Hay también hiperactivos con un elevado coeficiente de inteligencia. Estos, y si son frecuentemente avisados, derivan en actitudes agresivas o disruptivas de una forma inconsciente. Estos chavales aprenden que con una acción física enérgica estimulan su dopamina para después sentir relax.
Por dicha razón, muchos de ellos buscan placer en ello y llegan a la disrupción, a la marihuana o a otras actividades relajantes, sin darse cuenta de que una autoridad enérgica, que no autoritarismo, modula tanto a los hiperactivos como a los alumnos normales. De hecho, todos mejoran sus notas y su capacidad de trabajo. Esto encaja con muchos datos psiquiátricos.
Según el mencionado Dr. Casas del Grup de Recerca de Psiquiatria del Hospital de la Vall d’Hebron en Barcelona, el hiperactivo reduce su disfunción cuando hace deporte, practica el sexo o siente autoridad. Que los hiperactivos se mueven para reducir su ansiedad ya lo sabemos, que el sexo es una buena fuga para reducirla también, pero que la autoridad sea otra forma de frenarla, me da que habrá muchos contrarios.
Desconozco que puede argumentar la psiquiatría en favor o en contra, pero la autoridad, que no el autoritarismo, funciona bastante bien ante la hiperactividad. Los últimos avances en neurobiología indican que la hiperactividad es una disfunción que superar con esfuerzo, autoridad y hábitos familiares férreos. Pero la política algodonada prefiere contentar a los padres que no presionarles hacia una mejor educación.
Investigaciones recientes han demostrado que en el aprendizaje la atención influye más que la capacidad innata del individuo, es decir, que el entorno puede más que la genética y, por tanto, que la capacidad no es del todo innata, se trabaja. Si la hiperactividad hunde sus raíces en lo adquirido, esta pesa más que lo innato y, por tanto, los malos hábitos la desatan y los buenos la desactivan. Muchos educadores saben que una educación motivadora, con autoridad y con retos, llamada estudio esforzado, o deliberate practice, crea chicos brillantes con gran independencia del genoma heredado.
Estudios en neurociencia también afirman que el ambiente afecta más que la genética en el talento de los estudiantes. Un estudio efectuado durante más de siete años sobre unos 2000 niños afirma que el entorno social y cultural ostenta mayor influencia que la genética en sus CI o coeficientes de inteligencia. Para más información se puede consultar por Internet, Proceedings of the National Academy of Sciences USA del 19 de diciembre de 2007.
Añadamos a lo anterior que familias con autoridad firme en donde se practica el estudio esforzado crean alumnos sin problemas educativos y sin hábitos hiperactivos. Estos padres realizan prodigios con sus hijos gracias a una gran dedicación y a un buen ideario moral. En fin, que la genética está allí, pero no para creernos dirigidos por ella, sino para moldearla.
En el año 2006 la Cambridge University Press publicó The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance donde K. Anders Ericsson, Paul J. Feltovich, Robert R. Hoffman y Neil Charness compilaban una serie de artículos y observaciones que demostraban algo paradójico, que los expertos no nacen, se hacen, es decir que los buenos hábitos pueden despertar los buenos genes, las capacidades innatas, y reducir el fracaso escolar tanto en alumnos con TDAH como sin este.
Y a tenor de los últimos descubrimientos en neurobiología, los superdotados surgen más del influjo familiar que no del genoma heredado, todo lo contrario de lo que creen los padres agazapados al diagnóstico de un TDAH. Y en marzo de 2007 la investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, Mara Dierssen, dejaba claro que los modernos estudios en neurociencia indican que el ambiente influye más que la genética, en el talento.
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