
Dani Alves y la presunción de inocencia
No es ningún secreto que la misma ley de violencia de género atenta contra la idea de presunción de inocencia

Ha sido absuelto Dani Alves y se ha desatado una tormenta política en torno a la cuestión de la presunción de inocencia. En este caso, para sorpresa de la afición, la voz cantante no la han llevado las chicas de Podemos, sino dos ministras del gobierno, ambas de las filas del partido socialista.
Tanto la ministra Ana Redondo como la vicepresidenta Montero realizaron durante el fin de semana declaraciones enloquecidas en contra de la sentencia y de la justicia patriarcal. La vicepresidenta, que se encuentra de campaña por Andalucía, llegó a decir literalmente que el problema consistía en que "la presunción de inocencia se había puesto por encima del testimonio de una mujer joven".
No es ninguna novedad que la ley de violencia de género, promulgada por Zapatero y sostenida durante las dos legislaturas de Rajoy, supone un atentado contra la idea misma de presunción de inocencia, desde el momento en que es el acusado y no el acusador quien tiene que llevar la carga de la prueba. Lo que no había sucedido hasta ahora es que toda una vicepresidenta del Gobierno se dedicara a clamar en público contra la idea de presunción de inocencia, proponiendo que quede por debajo de cualquier testimonio de cualquier mujer.

Porque si el testimonio de una mujer ha de ser admitido como verdadero, sin ningún tipo de comprobación, entonces ¿para qué se necesitan los jueces, para qué perdemos el tiempo en procesos judiciales largos y costosos? Bastaría con que la mujer señalara al acusado y la policía lo encarcelara de manera inmediata. Puede parecer absurda la propuesta, pero es lo que se deriva de las palabras de la vicepresidenta Montero.
En realidad, cualquiera que haya ido por el mundo sabe que las mujeres mienten como mienten los hombres, como mienten los jóvenes y los viejos, como mienten los gordos y los flacos. De hecho, hay un toque de misoginia en las palabras de la gran dama socialista. La mentira, al fin y al cabo, es un uso creativo del idioma en el que se modifica la relación semántica con la realidad. Decir que las mujeres son incapaces de mentir es afirmar que son incapaces de maniobras lingüísticas de cierta complejidad.
Detrás de todo esto hay un ambiente político en el que, a las izquierdistas, el hecho de que, en un juicio por violación, un hombre sea absuelto, resulta en sí mismo indignante. Sin conocer los pormenores del caso, han salido en tromba a arremeter contra un tribunal que, curiosamente, estaba compuesto por mujeres. Hoy en día, en España un hombre comparece ante un tribunal, allí donde se aplique la ley de violencia de género, en inferioridad de condiciones, en la más crasa y obscena desigualdad. Que este atropello haya sido instituido el nombre de la "igualdad" solo es la última y más fúnebre de las ironías.
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