Imagen de estudiantes sentados en un aula con expresión de aburrimiento y cansancio.
OPINIÓN

Cuentos para díscolos

El castigo en el aula puede reforzar la disrupción si solo alimenta la necesidad de atención en lugar de corregir la conducta

Ante los revoltosos y los desafiantes siempre se puede probar suerte con algo que en su casa no sucede, contarles cuentos. Intercalándolos durante las clases sucede el milagro, sus endorfinas disminuyen. De hecho, son leyendas encubiertas. Primero les lees un texto histórico en voz alta con el cuento, que es un cuento, una técnica a la cual atienden, ya que sus adultos no les regalaban fábulas en el hogar. Luego les pides un intercambio de opiniones al respecto para reforzar el recuerdo de la historia durante el resto de la clase. En ello instigas a los, ahora sí, estudiantes, a construir internamente nuevos pensamientos y con ello a utilizar un vocabulario a menudo no utilizado, el culto. Al final les mandas una redacción corta, de cinco líneas, con la misma intención. Escribir refuerza la memoria, fija conceptos en la mente y enriquece el vocabulario. Y mientras ese grupo ostentaba el récord de expulsiones con otros profesores, en aquellas sesiones era cero. Los cuentos domaban su enfado con el mundo.

Con todo lo anterior no piense el lector que no hay que sancionar a los disruptores, el problema es que el castigo lleva demasiados cursos acostumbrándoles en su principal deseo, llamar la atención. Muchos devienen revoltosos para alcanzar el protagonismo que en el hogar no ostentan. Por ello, para no darles más personalismo, la punición hay que aplicarla en privado y lejos del resto del grupo. De esta manera no se les regala vigor ante la clase. Y si hay que hacerlo, no hay que esperar demasiado a punir, con unos minutos sin patio basta. Y si uno espera a mañana a multar, un adolescente ya olvidó lo acontecido y se enfada al no comprender la sanción de lo pretérito.

Una maestra escribe en el pizarrón mientras los estudiantes la observan en un salón de clases.

Todo el mundo es buen marinero con la mar suave y el viento a favor, pero cuando todo se tuerce, cuando el aula se vuelve tormenta, un profesor puede demostrar su maestría. Una nueva táctica es reunirte en privado con el sedicioso y mostrarle lo que dice su informe escolar desde primaria y lazarle otro cuento, que él era algo previsible. Y eso reta al chaval, ya que llamarle previsible le roba su esencia, su existencia ante los demás y lo reduce a algo común y del montón, situación inaceptable para un adolescente que busca resaltar. Si podía ser otra cosa mejor que un simple folio depende solo de él o ella, una hoja carece de capacidades mentales, él o ella no.

Otro cuento se puede ofrecer al grupo el día que el díscolo no ha venido. Hay que contarles que él solo quiere llamar la atención, que en su casa quizás pase algo al respecto, y que, si el grupo le aplaude o se fija en sus fechorías, le alimenta las mismas.

En resumen, y pasando de lo que la política defienda ante los díscolos, los docentes pueden optar por combinar lo siguiente: ganarse la confianza y el respeto del disruptor, o robarle la identidad al no mirarle, o reducir su protagonismo ante el grupo, o retarle a mejorar como ente previsible, o marcar distancia retando al púber a alcanzar alguien, o que el disruptor busque al adulto que en casa no encuentra, o lo que alguien más diga si le funcionó.

Un estudiante repasa antes de realizar uno de los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad 2023, en la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela

Con todo lo anterior, lo más importante para erradicar púberes alborotadores no se halla ni en una disciplina férrea ni tampoco en técnicas de sicología por diestros docentes, se halla en algo previo, en el más vale prevenir que curar. En primaria siempre se estuvo a tiempo de cavar un buen camino educativo, luego con la adolescencia las cosas se retuercen en demasía y llega el ruido, sus desplantes y exigencias por su individualidad. No es de extrañar que muchos padres se hallen desbordados y pregunten al docente qué pueden hacer. Con franqueza, a veces deberíamos preguntarnos qué no se hizo. En fin, que hasta finalizar primaria siempre se está a tiempo de moldear y marcar un buen camino educativo, luego en primero de ESO se está a tiempo, pero con esfuerzo, en segundo puede que todavía se esté, en tercero puede que no y en cuarto suele ser que ya no.

En fin, que a los dieciséis deberá ser él quien decida su futuro. Con los adultos cortó la comunicación para tenerla con su grupo de nuevas amistades, la banda. Así pues, y en asuntos de educación, es mejor prevenir durante la infancia que curar cuando ya les sale el acné y te pasan un palmo. Las etapas infantiles son fundamentales para la educación. En esa etapa son barro tierno que puede moldearse, en la pubertad ellos querrán esculpirnos a nosotros. Si el primer día un alevín pisó la gorra del jefe de estudios y este no le dijo nada, imagine que hará cuando el zagal tenga uno propio, si es de sombrero, perder la cabeza, si es de jefe, perder el trabajo.

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