
Los Borbones y el castrado
Ante la "melancolía" que sufría el rey Felipe V, su mujer llamó a Madrid a un cantante italiano muy famoso: Farinelli

El rey Felipe V tenía, según los expertos, un desorden neurobiológico grave que se detectó coincidiendo con su subida al trono de España en 1700, cuando aún no había cumplido los 18 años. Dicho trastorno derivaba en una profunda depresión que le afectó toda su vida.
Se casó con María Luisa Gabriela de Saboya, una muchacha de 13 años, cinco menos que el monarca. El matrimonio era fruto de las alianzas geopolíticas de la época y fue el precio que el duque de Saboya pagó por apoyar al aspirante austracista en la pugna por la suculenta corona hispánica.
Felipe era depresivo, pero su afición por el sexo no se veía afectada por su permanente estado de ánimo. María Luisa vivió los difíciles años de la guerra europea que desangró a España en la pugna por heredar el vasto imperio de Carlos II. La reina dio a luz, en 1707, a Luis, que reinaría unos meses como Luis I de España. Desde entonces, presentó una tuberculosis ganglionar que fue empeorando con los años y que afeó su aspecto por los enormes bultos que le aparecían bajo la piel. Murió en 1714, cuando solo tenía 25 años.
Siete meses después de la pérdida de su esposa, Felipe se casó con Isabel de Farnesio, una mujer que sexualmente calmaba las ansias del monarca, hasta el punto de que el asunto era conocido por el embajador francés, quien daba preciso informe en 1716 a Versalles del agotamiento del rey "por el uso demasiado frecuente que hace de la reina".

El rey tenía, en 1717, 37 años, cuando el primer episodio serio de una posible locura se manifestó mientras montaba a caballo en los alrededores de palacio. Felipe V creyó que el sol le atacaba y tuvo una crisis de ansiedad que alarmó a todo el mundo. Comenzó a tener terribles pesadillas. Llegó a contar que le habían convertido en una rana y los trastornos físicos derivados de su locura comenzaron a aparecer.
Los médicos actuales, que han diagnosticado la supuesta "melancolía" del rey, califican su dolencia de "depresión nerviosa". La reina, una mujer muy activa, inteligente y muy capaz, conocía a un cantante italiano, como ella, que hacía las delicias de los refinados amantes a la ópera. Se le ocurrió que traerlo a la corte podría calmar la tristeza del monarca.
Farinelli tenía 32 años y un rostro completamente aniñado, era imberbe, de tez rosada, con una voz de soprano que hacía las delicias de los gustos de la época. Pertenecía a un tipo de cantantes que emulaban la voz femenina ante la prohibición a las mujeres de cantar ópera.

Para conseguir tales características, se sometía a niños sobre los ocho años a la ablación de los testículos, un método de castración que alcanzó su máximo esplendor a partir del siglo XVII. La costumbre, que procedía de la edad antigua, se inició en el sur de Europa. Cuando un niño mostraba dotes para la música y tenía un tono especialmente fino, se le castraba y de ese modo se evitaba el cambio de voz que acompaña a la adolescencia.
En las iglesias de Roma, a finales de siglo, se registran un centenar de Castrati que se multiplicaron por siete varias décadas después. Doscientos de ellos pertenecían a la Capilla Privada del Papa.
Se generó una verdadera industria, que era especialmente apreciada en el Vaticano. Lo cierto es que se trataba de un auténtico crimen a niños pequeños con la complacencia de sus padres, que pasaban a vivir de sus hijos como si de un futbolista moderno se tratase.
La castración no era una operación sencilla, ya que se aplicaba una rudimentaria forma de anestesia que consistía en emborrachar al pobre crío de ron o alguna pócima con opiáceos. Tras realizar el corte, que a veces era llevado a cabo por el barbero del pueblo a falta de cirujano, se metía al muchacho en un baño de agua helada que calmara el intenso dolor provocado, que, a su vez, evitaba que la criatura pudiera desangrarse.
Todo el macabro ritual se solía hacer sobre una mesa donde se cortaban los conductos espermáticos del niño y, en los casos menos sofisticados, se empleaba una máquina llamada castratore mediante la cual se eliminaba el escroto completo con todo su contenido. Los médicos expertos que empleaban ese artilugio llegaron a alcanzar gran prestigio en la época.

Con esta técnica, el aporte hormonal de testosterona se suprimía y dejaba de crecer la laringe. De ese modo, el castrado tendría voz de niño durante el resto de su vida, aunque con un cuerpo de hombre por lo que disponían de una capacidad pulmonar importante que hacía llevar aquellas angelicales voces a volúmenes que hoy nos parecerían estridentes.
La operación se realizaba antes de la pubertad y de ese modo muchos de ellos podían mantener relaciones sexuales y algunos tuvieron especial éxito entre las mujeres. Sobre todo, porque al no poder engendrar, la ausencia de infortunios quedaba garantizada.
Su cuerpo era el de un hombre, normalmente alto y con la cabeza sensiblemente pequeña en proporción con su tórax. Su piel se describe como pálida y suave, probablemente por la ausencia de barba, y tenían tendencia a engordar. Sus caras eran sensiblemente redondeadas. Generalmente no tenían alopecia con la edad, aunque carecían del bello natural de los hombres en la cara, pecho, etc.
Como las féminas no podían cantar, cuando un empresario contrataba a un castrati para su ópera, pedía ver sus atributos y que no le dieran "gato por liebre"; es decir, que no fuera una mujer disfrazada.
En 1830 los castrati desaparecieron de la ópera. La Revolución Francesa puso fin a la castración y en Roma se prohibió, bajo pena de muerte, la mutilación genital. Se permitió que los que quedaban vivos siguieran cantando hasta el final de sus días.
Alessandro Moreschi sings Ave Maria (no scratch)
Aun así, se sabe que hubo alguno cantando en la Capilla Sixtina hasta finales del siglo XX. El último castrado, que cantó bajo las maravillosas bóvedas de Miguel Ángel, murió en 1922 y fue el único que pudo dejar testimonio de su femenina voz, porque se conservan algunas grabaciones de sus canciones. Lo cierto es que no se trataba, probablemente, del mejor ejemplo, habida cuenta de su manifiesta mediocridad.
Farinelli, cuyo nombre real era Carlo Broschi, tuvo una enorme influencia en la Corte. Consiguió levantar el ánimo del rey y su coqueteo con el poder le permitía hacer y deshacer con total libertad.
Según mi amigo Juan Granados, autor del libro Breve historia de los Borbones españoles, la llegada de Farinelli a la Corte alivió el torturado espíritu de Felipe V. Su voz fue descrita como incomparable y la más variada de su tiempo.
Farinelli venía de triunfar en Viena y Londres y su llegada a Madrid fue un auténtico revulsivo. La pareja real no ahorró en honores y dádivas al cantante, que pasó en España veintidós años, primero como músico de cámara del rey y, posteriormente, haciendo lo propio con Fernando VI. Farinelli tuvo vetado, desde entonces, el privilegio de cantar fuera del entorno real que lo mantuvo en exclusividad. El cantante, además, conversaba habitualmente con los reyes después de su sesión diaria en la que llevaba al reposo a los monarcas. El castrati puede considerarse uno de los pocos amigos, tanto de Felipe V como de Fernando VI.
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La llegada de Carlos III supuso el fin de Farinelli en España. Le despidió nada más pisar la capital de la Corte, permitiéndole "retirarse al reino de Nápoles" del que procedía el nuevo rey.
Farinelli murió en Bolonia en 1782, era caballero español, condecorado con la Cruz de Calatrava y dirigió tantas obras como quiso, llevando a Madrid lo más granado de la ópera del siglo XVIII.
Sus padres nunca imaginaron que la cruel ablación a la que sometieron a su hijo sería, a la postre, la razón principal de su enorme éxito como cantante y éxito como consejero de los primeros Borbones de la Monarquía Hispánica.
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