Una persona de espaldas con trenza y un fondo de sillas desenfocadas sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Anorexia en las aulas

Aunque pueda sorprender, el escolar que suele sufrir problemas de este tipo no suele fracasar en sus estudios

Ser atractivo o no serlo se ha convertido hoy día en otra guerra de clases, en una batalla entre feos y guapos. La belleza física reside fundamentalmente en aspectos simétricos que nos recuerdan a la juventud. La proporción da armonía y placer estético a nuestra percepción. Una música de notas desordenadas no produce éxtasis, en cambio una melodía con simetrías internas, escúchese Michael Nyman por ejemplo, o cadencias escondidas, deléitese con Bach, regalan ese gozo llamado belleza, claro está, si uno fue adiestrado para ello. Lo mismo se puede decir de la pintura, la escultura, la arquitectura y la danza. Quizás percibir la simetría como algo placentero se halle en nuestros instintos más ancestrales, encontrar la comida dependía de ello, la mayoría de los alimentos son simétricos. En resumen, que los rasgos simétricos asociados a la juventud ofrecen percepción de belleza. La piel lisa, el pelo sedoso, la dentadura intacta, los cuerpos firmes y el cabello abundante son elementos que en su ausencia hacen que perdamos nuestro encanto y juventud. Arrugas, sarro, flacidez y alopecia no son sinónimos de belleza, son lacras seniles que la cirugía estética intenta esconder.

Todas las características de belleza indicadas, simetría y juventud, no incluyen la delgadez extrema difundida por algunos referentes sociales. Por desgracia, y en el concepto de belleza, juega un papel muy importante la cultura del momento, recuérdense las voluptuosas mujeres que pintaba Rubens. Ahora alguien cambió las cosas. No sé quién se lo inventó, pero todavía muchos anuncios, películas y pasarelas de moda muestran que los cánones de belleza vigentes son los hoyuelos bajo el pómulo, el abdomen plano y las piernas larguiruchas. Estos estereotipos, más el culto materialista al cuerpo, son referentes que a menudo arrastran al adolescente hasta la anorexia y la bulimia.

¿Pero cómo sospechar si un adolescente padece tales síndromes? Pues el escolar que suele sufrir tal contingencia no suele fracasar en los estudios, a no ser que la anorexia y/o bulimia conlleven debilidad inmunológica y hasta obliguen a hospitalizar al adolescente. Este tipo de alumnos sufren la falta de un modelo a seguir sumado a un problema de no aceptación de su físico, es decir, un problema de baja autoestima. Por otro lado, suelen ser perseverantes e inteligentes en sus trabajos, algo que dificulta detectar anomalías en ellos, ya que saben ocultar muy bien su patología. Si se sospecha de bulimia hay que observar si después de ir al baño dejó gotas de vómito en el reborde interno superior de la taza, lugar difícil de limpiar, o si los dejó en otros rincones alrededor de ésta. También sucede que el escolar tendrá la costumbre de beber mucho líquido durante o al final de la comida para facilitar la devolución. Cuando esté en el baño dejará largo rato el grifo abierto para ensombrecer los espasmos de la regurgitación. En algunos casos ponen música en la casa o suben el nivel del televisor poco antes de dirigirse al baño. Al salir de éste habrá un excesivo olor de colonia, jabón, perfume o desodorante para disimular el hedor del vómito. Si esto ocurre a menudo, y ha detectado delgadez extrema en pocas semanas, la bulimia está por casa.

Una maestra escribe en el pizarrón mientras los estudiantes la observan en un salón de clases.

¿Y qué hacer entonces? Si interviene directamente, él o ella lo negarán, hay que avisar al colegio, recurrir a un especialista y tratar el tema indirectamente para que el afectado no se sienta presionado de golpe. Piense que su adolescente pudiera entenderlo como “todo el mundo se ha puesto en mi contra”. Mejor lento y que lo comprenda que no de sopetón y se cierre. En ello habrá algún docente a quien respete y que escuche mejor que a padres o familiares cercanos. Ya se sabe que la confianza da asco y la distancia respeto. Hay que tener en cuenta que los anoréxicos, dada su gran picardía, inteligencia y autodisciplina, saben decir a los adultos lo que éstos quieren escuchar, es decir saben dejarnos contentos aparentando que pondrán solución a su problema. Lo grave es que tal estratagema alarga su situación, pero no la resuelve. Hay que escucharlos, sí, pero fingiendo un falso convencimiento para no ser manipulados por su red de mentiras. Ellos están atrapados en ella, en su anorexia, nosotros debemos permanecer a distancia de su telaraña. En ello el buen terapeuta sabrá muy bien cómo mantener esa distancia que a veces los allegados al anoréxico no saben manejar. Por tanto, padres, madres y direcciones jamás deben justificar a su hijo o hija ante el especialista, ya que ello significaría dos cosas. La primera que todavía no son conscientes al cien por cien de la realidad, y la segunda que sobreprotegen a su retoño dándole alas para continuar en su error metabólico.

Sirva de ejemplo una madre de una hija anoréxica que, ante las quejas de su hija por su terapeuta, buscaba otro experto y vuelta a empezar. Es decir, la niña llegaba a convencer a la madre que el especialista no era bueno. Ante tal sentencia la progenitora accedía a cambiárselo pensando que éste no entendía a su niña. En fin, que esta madre justificaba y protegía a su infanta sin darse cuenta de que no debía cambiar de terapeuta, sino cambiar el parecer de su hija. Una manera de lograr esto es ofrecer mensajes contradictorios e indirectos. Por ejemplo, cocinar alegremente un buen plato de pasta con salsa, glúcidos y lípidos alegando que es para la dieta, o dejar por el hogar una lista de alturas y pesos manipulada para que el aquejado sufra otra paradoja, o prohibir libros de dietética para ganar peso o comentar un artículo firmado por un médico ficticio en donde se afirma que mezclar azúcares con grasas adelgaza. Aunque lo mejor sea descuidar algo la figura, y que los progenitores se feliciten y se digan que están atractivos.

Persona estudiando en un escritorio con libros y cuadernos abiertos, rodeada de útiles escolares.

Todo lo anterior eran medidas correctoras, pero prevenir es mejor que curar. Por ejemplo, y durante la infancia, hay que evitar una educación fundamentada en el culto al cuerpo. Cada uno es fruto de su genética y alimentación, no de ídolos de ciencia-ficción con tablillas marcadas en su abdomen. Durante la infancia hay que infundir la idea de la aceptación física. En fin, que no se debe pretender que un hijo sea más majo que los otros ni su hija una sílfide coqueta. Hay que enseñarles a valorar lo que simplemente son y evitar que se acostumbren a lo superficial. En caso contrario olvidarán que su salud es más importante que su aspecto externo. El materialismo, al promover obsesiones por la complexión, resulta un mal amigo en estos casos. Y en ello hay madres y padres atractivos, que cuidando su cuerpo al máximo, imbuyen tal obsesión en su prole. Hay que educar en la humildad, y no es que su retoño no sea el más guapo del mundo, es que la mayoría de los padres piensan lo mismo y es harto imposible que todos tengan razón. Por tanto, eduque en la aceptación de uno mismo para que su hijo no coja obsesiones por el peso o por la forma de su nariz, ¿quién dice que Tom Cruise vaya a ganar un Nobel por su hocico? Por sus declaraciones en prensa no es el hombre más inteligente del mundo. De hecho, se dejó engatusar por la Cienciología, organización sentenciada por venda fraudulenta.

➡️ Opinión

Más noticias: